viernes, 30 de agosto de 2013

Cuando ya no sabes qué pensar

A priori, Hosni Mubarak era el malo. ¿Un dictador que llevaba décadas en el poder y que reprimía violentamente a los manifestantes de la Plaza Tahrir?. Malo, malísimo. La cosa estaba clara y era fácil adoptar una posición maniqueísta en la que nuestro apoyo incondicional debía ir para los promotores de las protestas. Poco más tarde, el ejército egipcio, que finalmente había apoyado al pueblo en la caída del régimen, asumió el poder mientras que, según decían, se convocaban elecciones y se creaba una nueva constitución. Esto conllevó nuevas protestas debido a la lentitud del proceso y a las sospechas de que las fuerzas armadas pretendían perpetuarse en el poder mediante una dictadura militar. Ante este panorama, el observador neutral volvió a ponerse de lado de los manifestantes. Y es que el binomio militares-poder estaba muy mal visto. De nuevo, resultaba sencillo posicionarse.


Al fin, Egipto gozó de elecciones libres y los Hermanos Musulmanes, con Mohamed Morsi a la cabeza, asumieron la gestión del país. Así lo quiso el pueblo, no había debate posible acerca de su legalidad. Y fue a partir de ese momento cuando nuestros puntos de vista, que tan claros parecían, comenzaron a enredarse. Ver a islamistas gobernar un país no nos daba buena espina. Sin embargo, los Hermanos Musulmanes habían luchado contra Mubarak y contra el ejército egipcio, por lo que asumimos que estaban de nuestro lado. ”Enemigos de la dictadura-amigos nuestros”, pensamos, y dimos nuestra aprobación.

Pero poco a poco comenzaron a llegar noticias que no nos gustaban. Morsi parecía propasarse y adoptó medidas basadas en la ley Sharia. Los islamistas, que habían alcanzado el poder democráticamente, comenzaba a comportarse de manera contraria al estado de derecho, o al menos eso leíamos en los periódicos. Así, comenzaron de nuevo las protestas, y el ejército se alineó con los manifestantes, dando un ultimátum a Morsi. O dimitía, o los militares actuarían. A esas alturas, emitir una opinión formada sobre Egipto no sólo resultaba complicado, sino también contradictorio. Nuestro primer impulso era apoyar de nuevo a la multitud que se manifestaba en la Plaza Tahrir. Por el contrario, era cierto que Morsi era el presidente electo y que el ejército, del que aún desconfiábamos, debería respetar lo que dictaron las urnas.


Pero no fue así. Los militares llevaron a cabo un golpe de estado (a pesar de que Occidente quiera disfrazarlo con otros términos), detuvo a Morsi y comenzó una represión salvaje contra los islamistas. Partidarios de los Hermanos Musulmanes protestaron activamente, de nuevo en la Plaza Tahrir, y en esta ocasión ya no supimos si lo correcto era apoyar a los manifestantes y exigir que se reinstaurara lo que se había elegido democráticamente, o bien permitir que un golpe de estado marcase unas pautas más justas, con todo lo que saltarse las reglas del juego implica.

Ahora, cuando veo cientos de muertos por las calles de Egipto, me pregunto de qué lado estoy. Y definitivamente ya no sé qué pensar.

martes, 23 de julio de 2013

Aplazando los problemas

Desde aquí llevo tiempo hablando sobre la necesidad de la creación de planes generales para la prevención del suicidio. Sin embargo, es difícil encontrar medidas de este tipo, tanto en nuestro país como en el resto del mundo, y el suicidio continúa de este modo siendo silenciado a pesar de las graves cifras de muertes de este tipo que se producen cada año.




No obstante, la crisis económica se ha relacionado con un aumento en las cifras suicidios, que en algunas ocasiones parecen ligados a las miserias de la mala situación que atravesamos. Y aunque esto no es del todo cierto, la clase política ha decidido hacer algo al respecto para calmar al pequeño sector de la población que denunciamos esta situación. Así, hace meses Rosa Díez presentaba en el Congreso un plan que buscaba elaborar medidas para reducir la muerte por suicidio. Esta genial idea aún no ha ofrecido conclusiones, y si pudiese apostar, lo haría a que UPyD se apuntó el tanto de preocuparse por los suicidios para después olvidarse del tema.

El caso es que en Corea del Sur sucede algo parecido. Se trata de uno de los países con mayor tasa de suicido del mundo y sus dirigentes políticos han decidido tomar medidas. Existe un puente en Seúl famoso porque mucha gente lo utiliza para acabar con su vida, el llamado Puente Mapo. Pues bien, las autoridades surcoreanas han decidido incorporar unos sensores con un sistema de luces y sonidos que disuadirían a un suicida potencial de lanzarse al vacío.




¿Es una buena medida? Bueno, sin duda es mejor que nada y probablemente se obtengan resultados, como por ejemplo que la gente que ha decidido quitarse la vida cambie este puente por otro. Eso sí, las estadísticas en esta infraestructura se reducirán tremendamente y el Puente Mapo dejará de ser conocido por sus muertes, que es lo que seguramente preocupaba a los políticos de Seúl. Acabar con el problema del suicidio es demasiado complicado y abarca demasiados ámbitos, opinarán. Mejor colocamos estos sensores, difundimos nuestra idea, nos mostramos comprometidos con el problema del suicidio y nos lavamos las manos, concluirán. Y mientras tanto, miles de personas se seguirán suicidando en otros tantos puentes de Seúl. Pero esos ya no serán noticia.

viernes, 5 de julio de 2013

Democracia selectiva

“Esto no es una toma de poder, estamos colocando la revolución de nuevo en el camino correcto”, se escuchaba ayer en la plaza de Tahrir tras el golpe de estado militar que depuso de su cargo al presidente de Egipto, Mohamed Mursi. Éste, que fue elegido democráticamente hace más de un año con un 51% de los sufragios, se ha enfrentado a multitud de protestas procedentes de los sectores laicos del país debido a sus medidas religiosas, al fracaso económico y a la escalada de poder de los Hermanos Musulmanes, organización islámica de la que Mursi forma parte.

“La revolución no debe seguir este camino”, se insistía en Tahrir, y tras el golpe de estado parece que se reencauzará según los planteamientos laicos. El problema es el siguiente: en la revolución también participaron los Hermanos Musulmanes y tras ésta fueron ellos los que se alzaron con el poder legítimamente. De modo que, ¿quién decide que la revolución correcta debe ser laica? ¿Si la mayoría del pueblo apuesta por ello, por qué no puede convertirse Egipto en un país islámico?. “A esto se le llama democracia selectiva”, apuntaba Mursi. Y no le falta razón.


Desde el punto de vista occidental cuesta alinearse con un golpe de estado. Porque, no seamos hipócritas, lo sucedido el miércoles en Egipto lo es. Sin embargo, el miedo a que el islamismo llegue al poder nos hace dudar. El problema es que no somos nosotros los que debemos decidir, sino Egipto. Y allí ya decidieron.

Difícilmente veremos a líderes políticos europeos condenar este golpe de estado. Ni locos se asociarán con los islamistas. Tampoco parece que vayan a respaldar a los militares puesto que de hacerlo refrendarían que fuesen las protestas sociales las que marcasen cuál es el camino. Y de ser así, en España podríamos asimismo llegar a la conclusión de que Rajoy no es nuestro camino. ¿Cómo podría entonces Floriano pedir que se respetase la democracia en nuestro país si ellos mismos respaldasen el golpe de estado en Egipto?. Cómo bien afirmaba Luz Gómez en El País, “o se secuestra definitivamente la democracia, y eso previo derramamiento masivo de sangre, o habrá que dejar que los islamistas gobiernen en Egipto. Son las urnas las que ponen y quitan presidentes y gobiernos. Olvidarlo siempre sale caro”.


¿Es necesario que militares y manifestantes se alíen para expulsar a los islamistas del poder? ¿Qué vendrá después? ¿Es preferible un régimen parecido al anterior para reprimir las aspiraciones religiosas radicales, aunque ello implique una completa falta de libertad? Parece una contradicción que Tahrir exigiese libertad a Mubarak y que ahora sea la propia revolución la que impida que los Hermanos Musulmanes lleven a cabo aquello que se concretó en unas elecciones libres. Lo cierto es que ambos bandos parecen condenados a enfrentarse tras el golpe de estado, a no ser que se reprima a los extremistas, lo que atentaría totalmente contra el espíritu de la revolución.

Lo que parece claro es que Tahrir ni puede ni debe decidir de manera anárquica qué viraje debe llevar a cabo Egipto. Pero los islamistas tampoco se pueden permitir ignorar al numeroso sector laico egipcio. La solución es tan sencilla como difícil de llevar a la práctica: el islamismo moderado. Pero estas dos palabras siembran dudas. ¿Puede moderarse el islamismo? ¿Cómo se relajan las creencias religiosas? Como podéis comprobar, existen más preguntas que respuestas. Y ese es el origen del problema.

viernes, 21 de junio de 2013

Pelé callado es un poeta

Hablaba hace una semana en este mismo blog sobre las reacciones de los tiranos ante las manifestaciones. Erdogan mimetizó en Turquía la respuesta de Gadafi, Mubarak, Al -Assad y Ben Ali insultando a los ciudadanos que se echaron a la calle y despreciando las protestas. Pues bien, Dilma Rousseff ha hecho justo lo contrario, afirmando estar orgullosa con el comportamiento de su pueblo.

De cara a la galería, es lo que pedíamos. El máximo dirigente de un país que protesta no puede reaccionar con agresividad y arrogancia ante las manifestaciones, puesto que lo único que consigue es que la ira y la frustración vayan a más. Rousseff ha aprendido la lección y mostró no sólo su respeto hacia las protestas sino también su admiración.


Sin embargo, el discurso de Rousseff no ha servido para acabar con las protestas. Eso sí, ha ayudado a no encenderlas, lo que ya es un avance respecto a otros países. Así, el motivo de las manifestaciones, la subida de 20 céntimos en el transporte público, fue atajado con relativa presteza y varias ciudades comenzaron a anular la subida en las tasas. El problema es que Brasil sale a la calle por esos 20 céntimos pero no sale a la calle sólo por esos 20 céntimos. Al igual que en Turquía, el parque de Estambul es la razón y a la vez no es la única razón de los levantamientos. Lo que se está comprobando es que los líderes políticos llevan tiempo poniendo a prueba la paciencia de los ciudadanos, de tal forma que 20 céntimos o un parque se convierten en la gota que colma el vaso. Y si esa gota viene acompañada de desprecio e incomprensión, el agua que cae sobre la mesa empieza a gotear también en el suelo.

Ante este panorama, aparece el fútbol. Hoy empieza el Mundial sub-20 en Turquía, en medio de un berenjenal importante. Mientras tanto, en Brasil las protestas no amainan mientras se disputa una Copa Confederación sobre la que recae la atención de medio mundo. Esto pone nerviosos a los gobernantes. Erdogan no quiere permitir que el Mundial sub-20 ponga en duda la estabilidad en su país, al igual que Rousseff, a pesar de su bonitas palabras, tampoco dejará que los manifestantes vociferen cerca de los estadios. Ayer, antes del Nigeria-Uruguay, ya se produjeron altercados importantes. Además, según El País, Brasil ha empezado a controlar las redes sociales para evitar que se convoquen grandes manifestaciones a través de ellas. De modo que en la práctica, Rousseff comienza también a acercarse peligrosamente a aquellos dictadores que tanto hemos criticado.


En mitad de esta combinación de indignación en las protestas y alegría en los estadios, no estaría mal que algún jugador de España, Italia o Uruguay se solidarizase con las protestas, como bien hizo Neymar hace unos días. Rivaldo y Romario, viejas glorias, también han mostrado su apoyo al pueblo. Pelé en cambio ha pedido que se respete al fútbol. El propio Romario, que nunca tuvo pelos en la lengua, le ha pedido que cierre la boca, porque cuando calla es un poeta. Y yo estoy seguro de que Pelé no sabe por lo que pasa su pueblo.

miércoles, 12 de junio de 2013

No sabes nada, Erdogan

Quiero que lean atentamente las siguientes declaraciones. Todas ellas fueron realizadas en Túnez, Egipto, Libia y Siria justo en el momento en el que estallaron las protestas en las calles en cada uno de esos países. Así reaccionaron sus líderes políticos ante las movilizaciones ciudadanas: 

-Zine El Abidine Ben Ali, ex presidente de Túnez:
“Son actos terroristas imperdonables llevados a cabo por bandas de jóvenes gamberros enmascarados".
"Estos incidentes son obra de grupos extranjeros que no pretenden nada bueno para nuestro país".
-Hosni Mubarak, ex presidente de Egipto:
“Nos estamos enfrentando a un problema y tenemos un objetivo que el terrorismo no quiere que cumplamos”.
“No podemos permitir que se realicen robos, saqueos e incendios y no cambiaré de opinión en ese sentido”.
-Muamar el Gadafi, ex presidente de Libia:
“Los manifestantes son delincuentes manipulados por fuerzas externas, incluida la red terrorista Al Qaeda".
“Entre quienes se manifiestan hay personas malas que distribuyen dinero y drogas a los jóvenes. ¿Conocéis a alguien decente que participe en esto? No los hay, es gente que se droga y se emborracha".
“Las cadenas extranjeras trabajan para el diablo”.
 
-Bashar al-Assad, presidente de Siria:
"El Ejército sirio está librando batallas frente a grupos armados y continuará hasta la eliminación de los terroristas”.
“La oposición está compuesta por terroristas internacionales sostenidos por las potencias occidentales”.
Si se fijan, observaran que el modo de comunicación que se lleva a cabo en cada una de estas intervenciones es parecido. Los manifestantes son terroristas que representan al mal y están apoyados desde el exterior por potencias occidentales que pretenden desestabilizar a la nación. Ese es el mensaje, común en todos y cada uno de estos mandatarios.

Pero no este no es el único elemento similar entre todos ellos. Estos discursos tuvieron lugar cuando la revolución comenzaba y lo único que se consiguió con ellos fue aumentar la ira de los manifestantes. Es decir, en los cuatro casos se demostró que este tipo de comunicación política perjudicó a los intereses del gobierno.


Dicho esto, observen ahora estas otras declaraciones, todas ellas procedentes del mismo personaje.

-Recep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía:
“No haremos lo que hacen los saqueadores. Ellos queman y destruyen propiedades públicas. Saqueadores es la definición exacta”.
“No podemos abandonar las plazas a los anarquistas y terroristas”.
“La paciencia con los manifestantes está llegando a su límite”.
"La prensa internacional, sistemáticamente desinformada, ha llevado a cabo un ataque contra Turquía".
"Esa cosa que llaman redes sociales no es más que una fuente de problemas para la sociedad actual".
Claramente, Erdogan sigue la misma tónica de los discursos anteriores. Insulta y critica a los manifestantes calificándolos de terroristas y se queja de amenazas exteriores que pretenden desestabilizar el país. Exactamente lo mismo que Ben Ali, Mubarak, Gadafi y al-Assad afirmaron en su momento. Y todos sabemos como acabaron. Además, Erdogan critica a las redes sociales, algo que también sucedió, sobre todo, en Túnez y Egipto. De hecho, Mubarak cortó el acceso a internet en todo el país. Demasiadas similitudes, ¿no creen?

Erdogan debería ser más inteligente y aprender del pasado. Para eso sirve la historia, para revisar errores. Si quiere mantenerse en el poder y que las protestas no vayan a más tiene que ofrecer gestos positivos a los manifestantes. Desairar y despreciar las protestas sólo lleva a que la ira crezca entre las personas que se movilizan, de modo que ya va siendo hora de que los gobernantes aprendan cómo comportarse ante este tipo de acciones para que la situación no les sobrepase.

Quizá los asesores políticos de muchos países deban revisar sus sistemas de actuación. Y probablemente también aquí, en España, se debería dejar de calificar como terrorista y ETA a todo aquel que disiente o altere el rumbo natural de las cosas. Porque cada vez que María Dolores de Cospedal o Jorge Fernández imitan la actuación de Gadafi o Ben Ali ante las protestas, la gota que colma el vaso está más cerca. Erdogan nunca habría pensado verse en esta situación. Rajoy, puede que tampoco. Esperemos que su manual de comunicación de crisis no resulte obsoleto en caso de que se produzca..

viernes, 31 de mayo de 2013

Hacerse el tonto, la nueva forma de comunicación política

Olvídense. No van a volver. Puede usted, si quiere, leer discursos de hace 30 años, estudiar historia de comunicación política o incluso viajar a otros países para comprobar si allí las cosas son de otra manera. Pero a España descártela. Los años de grandes discursos políticos, brillante oratoria y representantes del pueblo honorables se han ido y difícilmente volverán. Probablemente sucedió hace más de dos décadas, cuando este país se acomodó en la buena vida. Nuestra nación llevaba siglos buscando tranquilidad, y cuando en los años de la Transición pareció encontrarla, perdimos a cambio la crítica, la rabia, la exigencia a los de arriba. Esto a su vez conllevó que los políticos se enmarcasen dentro de la teoría de pan y circo, con cada vez menos pan y con mucho más circo.


Y así tenemos lo que tenemos, una clase política incapaz de convencer. Uno se espera que Gallardón, Rubalcaba, Wert, Montoro, Cayo Lara o Rosa Díez expliquen qué sucede, por qué sucede y cómo cambiarlo de manera clara, elegante y acertada. Nada más lejos de la realidad. La comunicación política de nuestro país se basa en el “y tú más”, el “yo no”, el “Virgencita, Virgencita que me dejen como estoy” y el “da igual, si no se van a enterar”. Eso ha funcionado durante mucho tiempo. Pero la crisis ha traído consigo algo bueno, y es el cabreo que se cuece en la calle y que se dirige contra los políticos, la monarquía y todo aquel que sigue usando herramientas de ayer para la realidad de hoy. Los políticos son trapecistas que caminan por una cuerda cada vez más fina, y en el foso está el pueblo, esperando a que caigan. Y esa clase política, en vez de frenar e intentar reinventarse, sigue adelante perdiendo el equilibrio a cada paso, cerrando los ojos y rezando por no caer.

Sólo así se explica que venga IU en Andalucía a decir que votaron a favor de subirse las dietas porque “no lo entendieron bien”. O que Ana Mato afirme que no sabía de dónde venía el dinero con el que se fue de viaje a Disneyland París. O que el PP califique como “error contable” los pagos a Blesa. O que la política autonómica, provincial y local en cada rincón de España repita a pequeña escala las pantomimas que vemos en el Congreso y el Senado.


No sé, quizá hace décadas sucedía lo mismo, pero al menos se curraban las excusas. Ahora no sólo nos expolian, que ya es grave, sino que además nos toman por imbéciles. Fingir incredulidad para evitar dar explicaciones. Esa es la comunicación política en la España del siglo XXI.

martes, 30 de abril de 2013

Lo que pasa en Italia

Imaginemos que PP y PSOE consiguiesen una pobre cifra de votos en las próximas elecciones generales, del 25 % de los sufragios cada uno, por ejemplo. Ahora supongamos que Andrés Pajares crea un partido cuya base es la crítica a la clase política y consigue una cantidad de sufragios similar a la de PP y PSOE. Por último, divaguemos sobre la posibilidad de que el líder del PP fuese un José María Aznar que vuelve a la política y que además tuviese un par de cadenas de televisión en sus manos y cuentas pendientes con la justicia. Un cóctel explosivo, ¿verdad?. Pues bien, eso está pasando en Italia. 

Podríamos afirmar que el PSOE italiano se corresponde con el Partido Democrático (PD), mientras que el PP italiano sería el Partido de la Libertad (PDL). El PD ganó las pasadas elecciones con una escasa diferencia sobre el PDL y el Movimiento 5 Estrellas, formación liderada por el cómico Beppe Grillo, el Pajares italiano. Aclaremos también que el PD se impuso en las elecciones con Pier Luigi Bersani a la cabeza (el Rubalcaba italiano), mientras que Silvio Berlusconi es el José María Aznar del PDL, con juicios pendientes y cadenas de televisión propias incluidas.


Para complicar el asunto, añadan dos ingredientes más a la historia. Rubalcaba (Bersani) dimite ante la imposibilidad de formar gobierno y el presidente de la República de Italia, Giorgio Napolitano (podría servirnos el ejemplo del rey Juan Carlos I en España, pero elegido democráticamente cada siete años) decide, a sus 87 años, volver a asumir la presidencia de la República con la misión de crear Gobierno tras la dimisión de Bersani y ante la total diferencia de posturas entre un PD (PSOE) que se niega a compartir el poder con un PDL (PP) manchado y que no puede aliarse con el Movimiento 5 Estrellas (el partido de Pajares) ya que se trata de un grupo anti todo que mentiría a sus votantes si llegase a un acuerdo con PD o PDL. 

Así las cosas, Giorgio Napolitano, un hombre íntegro y muy bien valorado en Italia (en eso también se diferenciaría de nuestro querido Juan Carlos I) asume la tarea de poner de acuerdo a las partes, y tras mucho negociar, acuerda que Enrico Letta, del PD, sea el nuevo primer ministro italiano. Berlusconi y el resto del PD se muestran de acuerdo y deciden iniciar rondas de negociaciones para elegir un gobierno de unidad en el que PD, PDL y el partido de Mario Monti, que fracasó en las elecciones, colocan a hombres y mujeres de capaces y válidos (salvo algunas excepciones) como ministros.


De modo que hemos conseguido que PD y PDL se pongan de acuerdo ante una situación extrema a pesar de que los votantes de uno y otro partido no estén muy contentos. En la oposición permanecerá el Movimiento 5 Estrellas acusando a PD y PDL de hacer trampa y llamando de manera indirecta a la sublevación ciudadana. No parece un panorama estable, desde luego. Suena incluso utópico.

Así las cosas, la pregunta clave es la siguiente: ¿Durará la coalición entre PD, PDL?. Y ahí van otras dos: ¿Sería posible que PP y PSOE llegaran a un acuerdo como éste? ¿Duraría dicho acuerdo (en caso de concretarse) más o menos que en Italia?. Nos convendría seguir de cerca este asunto. En 2016 habrá elecciones en España y no me cabe duda de que ni PP ni PSOE obtendrán una mayoría suficiente como para gobernar. Más problemas a la vista.

viernes, 19 de abril de 2013

Una noticia mal contada

Dejo aquí el vídeo de la conferencia “Desahucio y suicidio, una noticia mal contada”, de Alejandro Rocamora Bonilla, vicepresidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS).

Rocamora Bonilla se mantiene en la línea de lo que vengo enunciando en este blog desde hace tiempo. Tal y como afirma este psiquiatra, los suicidios no han aumentado por pobreza, paro o desahucio, entre otras cosas porque ni hay datos que lo corroboren ni tampoco una investigación seria sobre las causas de los suicidios en España. Rocamora Bonilla recuerda que desde que comenzó la crisis los suicidios no han aumentado y que ni mucho menos se puede hablar de epidemia, algo que erróneamente suelen hacer los medios de comunicación.



Los periodistas confunden además términos como ideación suicida y suicidio y cometen fallos a la hora de analizar las estadísticas, ofreciendo titulares simplistas e impregnados de sensacionalismo. Los medios olvidan continuamente algo clave, y es que la conducta suicida constituye una situación poliédrica y multifactorial.

Rocamora Morilla afirma que los medios de comunicación evitan tratar el tema del suicidio por miedo al contagio, un contagio que no es tal. Apunta que es necesario hablar sobre el suicidio, pero adquiriendo antes los conocimiento sobre cómo debe hacerse. Es decir, la cuestión no es si es correcto o no reflejar el suicidio en los medios, sino el modo en el que debe hacerse. Se habla de efecto contagio, pero no del efecto preventivo, que también existe y que puede ser sumamente beneficioso para el presuicida.


El psiquiatra recuerda que el suicidio no es noticia en España y que los medios sólo se hacen eco de este problema cuando lo que rodea a un suicidio es relevante para ellos, como ocurre con casos de personas famosas, con situaciones escabrosas o con los desahucios. Rocamora Morilla asegura que es necesario evitar ensalzar al suicida, obviar las explicaciones simplistas, no ahondar en el método usado por el suicida, eviar publicar las notas de suicidio y que este tipo de informaciones no aparezcan en portada. Pero tal y como demostré en mi Trabajo de Fin de Máster sobre la comunicación del suicidio (que pronto estará publicado), en España estos requisitos no se cumplen. Además, al igual que se hace con el maltrato, las noticias sobre suicidio deberían acompañadarse de teléfonos e indicaciones que puedan ayudar a una persona que atraviese un proceso de ideación suicida.

Recomiendo ver la conferencia y sacar conclusiones propias. Por mi parte, sólo puedo aplaudir todo lo enunciado por Rocamora Morilla puesto que mi experiencia me indica que se tratan de afirmaciones correctas y sin apenas difusión. Esperemos que algún día se nos escuche y se tomen medidas reales y eficaces para que los suicidios dejen de ser la principal causa de muerte tras las enfermedades graves.

domingo, 31 de marzo de 2013

Suicidios, desahucios y manipulación


2004 fue un año de bonanza económica para España. De hecho, todas las encuestas apuntaban una victoria incontestable de Mariano Rajoy en las elecciones que tuvieron lugar en marzo de aquel año, dando así continuidad a los ocho años del PP en el poder con José María Aznar como presidente. La mayoría de los españoles estaban contentos con la situación de España, hecho que se reflejaba en las encuestas. Los atentados de Atocha por parte de Al Qaeda, en cambio, cambiaron el guión y provocaron que José Luis Rodríguez Zapatero alcanzase la presidencia. Aun así, la situación del país era buena y de hecho se continuó con esta dinámica positiva hasta el comienzo de la crisis, que tuvo lugar entre 2007 y 2008. 

En contraste con la buena situación económica, 2004 fue también el año en el que más suicidios tuvieron lugar en la historia de España, superando las 3.500 muertes. En 2011, en cambio, esta cifra se redujo hasta las 3.180 defunciones, de modo que podemos afirmar que la crisis económica que asola España apenas ha influido en la tasa de muertes de este tipo, según las cifras ofrecidas por el Instituto Nacional de Estadística (INE). De hecho, desde 2007, cuando comenzaron los problemas en la economía mundial, el número de suicidios ha disminuido año a año, excepto en 2011, última fecha de la que se tienen datos y cuando las muertes de este tipo aumentaron ligeramente.


Por otro lado, los desahucios han aumentado de manera considerable desde el comienzo de la crisis económica, como es normal. Resulta complicado ofrecer cifras exactas, sin embargo la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) habla de 171.110 desahucios desde julio de 2008. Por supuesto, no todos estos desahucios se han producido en casas familiares, ya que muchos de ellos tuvieron lugar en locales, fincas, oficinas y naves. No obstante, es innegable que miles de familias se han quedado sin casa desde el comienzo de la crisis y que los desahucios de personas sin recursos se han incrementado enormemente. 

Con estos datos, no resulta difícil determinar cuál es la relación entre los suicidios y los desahucios en España. Para extraer conclusiones sobre el número de suicidios por desahucio que se han producido basta con leer los tres párrafos anteriores. El incremento inmenso de desahucios fruto de la crisis económica coincide con un acusado descenso del número de suicidios. ¿Significa esto que es falso que haya personas que deciden quitarse la vida tras verse desahuciadas? Ni mucho menos. Recientemente se han producido multitud de casos, de los que los medios de comunicación se han hecho eco con fuerza, en los que parece claro que diversas personas decidieron quitarse la vida debido, en parte, a la inminencia de un desahucio. De modo que sí, los desahucios han influido en algunos casos de suicidio.


El PAH, por su parte, asegura que el 34% de los suicidios en España se debe a un desahucio. Se trata, claramente, de un dato absurdo y manipulado. El 34% de las 3.180 personas que murieron por suicidio en España en 2011 es 1.081. Si es cierto que los desahucios provocan el 34% del total de los suicidios, éstos deberían haber aumentado en más de 1.000 muertes al año desde el comienzo de la crisis. Pero como vimos antes no ha sido así, sino todo lo contrario. El aumento de los desahucios ha coincidido con el descenso de los suicidios.

Las intenciones del PAH son loables. Sus razones, incuestionables. Por ello no es necesario que esta plataforma tergiverse la realidad para luchar por sus propósitos, y mucho menos cuando esa realidad afecta a otro aspecto que está siendo olvidado. En España mueren más de 3.000 personas por suicidio al año y se trata de un problema que debe ser tenido en cuenta por medios de comunicación, instituciones sanitarias y políticos. Para ello es necesario determinar qué se está haciendo mal y cómo se puede solucionar. Sin embargo, si relacionamos de manera falsa y simplista los suicidios con los desahucios estaremos dando la espalda al problema. Sin ir más lejos, cubrir un suicidio tras un desahucio de manera sensacionalista y simplista, como lo están haciendo los medios de comunicación en España, no sólo no ayuda a solucionar el problema del suicidio sino que además se corre el riesgo de producir un efecto mimético en personas que se encuentren en situaciones dramáticas similares.


Ada Colau, cofundadora y portavoz de la PAH, debe canalizar la fuerza social con la que cuenta de manera responsable y evitar que el suicidio sea usado para causas que nada tienen que ver con su resolución. Seamos fieles a la verdad. Sólo hay que mirar las cifras. 

lunes, 18 de marzo de 2013

El problema del suicidio en España

El suicidio sigue constituyendo un fenómeno preocupante para nuestro país. Esta es la principal conclusión que podemos extraer tras conocer los datos sobre defunciones de 2011 que recientemente publicó el Instituto Nacional de Estadística (INE). Las muertes voluntarias aumentaron durante dicho año, y aunque el incremento fue muy ligero, lo destacable es que los suicidios, que en 2010 constituían un problema grave, mantuvieron en 2011 la misma dinámica. Pero no sólo ha aumentado la cifra de suicidios, algo que podría ser comprensible ya que la población española ascendió en 2011. Lo preocupante es que la tasa de suicidios (muertes por suicidio que se producen por cada 100.000 habitantes) también se vio incrementada en una décima.

Así, mientras que en 2010 los muertos por suicidio ascendieron a 3.158 (6,7 muertos por suicidio por cada 100.000 habitantes), en 2011 esta cifra alcanzó los 3.180 muertos (con una tasa de suicidio de 6,8). Como podemos comprobar, el incremento es mínimo. Pero el simple hecho de que las cifras sean similares de un año para otro y de que los datos se sigan comportando del mismo modo, hace pensar que no se está haciendo mucho por prevenir el suicidio en España, y que las escasas propuestas que se llevan a cabo no surten el efecto deseado, ni en sanidad, ni en educación ni mucho menos en comunicación.


Mientras tanto, los muertos en carretera pasaron de 1.730 en 2010 (3,7 muertos de cada 100.000 habitantes) a 1.479 en 2011 (una tasa de 3,2). Se trata de un descenso acusado que habla muy bien del tratamiento informativo y de los planes de prevención que reciben los accidentes de tráfico en nuestro país, y que brilla por su ausencia en los casos de suicidio. Sólo es necesario pararse a pensar cuántas noticias y campañas de prevención en carretera contemplamos cada año y cuántas percibimos relativas al suicidio, con casi el doble de muertes. Ciertamente, las cosas no cuadran. 

Dos son las ideas preocupantes que se desprenden de los nuevos datos. La primera de ellas es el incremento de suicidios que se ha producido en 2011 tras tres años descendiendo (desde 2008). El segundo es el notable aumento del suicidio en mujeres. Profundizando un poco más podemos comprobar que los muertos por suicidio descendieron en los hombres, pasando de 2.468 muertes en 2010 (10,6 de cada 100.000 habitantes) a 2.435 un año después (10,5), mientras que entre las mujeres los suicidios aumentaron, pasando de 690 a 745 defunciones (de 2,9 a 3,1 en tasa). Aun así, podemos comprobar que la tasa de suicidio sigue siendo tres veces mayor en hombres que en mujeres, una de las notas características del suicidio en todo el mundo.


También es necesario destacar que la franja de edad de 25 a 39 años ha sufrido el mayor incremento en ambos géneros, y que mientras los hombres descienden en muertes por suicidio en el resto de edades, las mujeres han mostrado un ascenso en varias franjas, sobre todo en la tercera edad. Especialmente preocupantes son las cifras de suicidios en personas mayores, que vienen acompañadas de un silencio sepulcral. De hecho, se trata de la franja de edad con mayor tasa de suicidios, y sin embargo apenas escuchamos hablar sobre ello en los medios de comunicación. 

En lo que respecta a la estacionalidad, se mantiene la dinámica de 2010 y los meses de verano y primavera continúan siendo la época del año en la que más suicidios se producen. Por otro lado, por comunidades autónomas, Asturias y Galicia siguen ostentando las tasas más altas, con 11 muertes por cada 100.000 habitantes. Mientras tanto, la Comunidad de Madrid ronda las 2 muertes de tasa, las más baja de España, algo muy particular ya que Madrid es una de las comunidades más pobladas y debería ser un reflejo de lo que sucede en España. Y sin embargo, la tasa es tres veces inferior a la media del país. Destaca también que en Cantabria se han duplicado los suicidios de 2010 a 2011, acercándose a las elevadas tasas de Asturias y Galicia, vecinos geográficos, al igual que Navarra, País Vasco y La Rioja, que han aumentado sus ratios en consonancia con el norte de España. El resto de zonas ha decrecido en este aspecto y, en general, y se mantienen cerca de la media nacional.


En resumen, el suicidio sigue constituyendo la principal causa de muerte violenta en España, por delante de las muertes que provocan los accidentes de tráfico, los homicidios o el SIDA. En España lo "normal" es fallecer debido a una enfermedad, pero la segunda causa de muerte es el suicidio, por delante de cualquier otro factor. Los datos se repiten año a año sin que ni los medios de comunicación ni los partidos políticos muestren preocupación alguna. Los desahucios, que están cobrando importancia debido a la crisis económica, han provocado que algunas informaciones de este tipo vean la luz, pero siempre de manera simplista y con un tratamiento inadecuado. Cada día se suicidan en España nueve personas, pero los medios sólo se hacen eco de aquellas muertes voluntarias que están ligadas a temas de actualidad. Por su parte, UPyD encabezó una Proposición No de Ley en el Congreso de los Diputados que buscaba avanzar en la prevención del suicidio, pero de la que aún no se tienen noticias.

Hasta que el suicidio no sea debidamente explicado por los medios de comunicación, comprendido por la sociedad y atajado por los partidos políticos, más de 3.000 personas morirán cada año en España por esta causa. ¿Vale más una muerte en la carretera que un suicidio? Seguiré luchando para que la respuesta a esta pregunta sea NO.

jueves, 28 de febrero de 2013

La estafa de Buzón Rojo

Como una gran parte de los jóvenes en este país, estoy en paro. Hace unos seis meses terminé mis estudios y desde entonces he sido incapaz de encontrar trabajo. Ni en mi sector ni en ningún otro. Estudié Periodismo, campo laboral en proceso de reinvención, por lo que buscar un empleo que se adecue a aquello para lo que me he preparado durante más de un lustro resulta complicado. No obstante, esa formación que no me permite entrar a trabajar en el mundo de la comunicación tampoco me ofrece la oportunidad de adentrarme en un puesto de trabajo de menor nivel. El sector textil, hostelero o las grandes superficies me consideran sobrecualificado y no se fían de mí por miedo a que cuando me llegue una oferta de trabajo acorde con mis estudios, los deje tirados. Durante estos seis meses ni los boletines de empleo, ni los portales de internet, ni patearme ciudades enteras entregando currículos me ha servido de mucho.

Sin embargo, hace unos días recibí la llamada de una empresa denominada Buzón Rojo. Recuerdo que envié mi currículo a su dirección de email hace unas semanas para diversas ofertas no muy claras, de modo que cuando me citaron en el lujoso Hotel Cumbría de Ciudad Real para completar un proceso de selección, mostré cierto recelo. En cualquier casó decidí coger el coche y plantarme allí ante la posibilidad de que una importante empresa se hubiese interesado por mi currículo. El señor que me llamó exigía con voz seria puntualidad y buena presencia, porque, según él, “en España hoy en día se ve cualquier cosa”. Sin más, confirmé mi asistencia y pasados unos días me presenté allí. 


            

En la sala me encontré otros 50 jóvenes, todos nosotros con tres elementos en común; formación universitaria, desempleados y desesperados por trabajar. Pepe Márquez, que así se llamaba el señor que me llamó por teléfono y que era el mismo tipo que se había puesto en contacto con el resto de aspirantes, nos acogió a todos con su acento andaluz. Era de Ayamonte, Huelva, (o eso dijo) y nos apremió a sonreír. Tras un par de bromas con su humor andaluz, el tal Pepe Márquez, de traje, corbata y gemelos caros, se dispuso a explicarnos de qué iba la cosa. 

Se pasó una hora y media comentando lo mucho que le había costado crear este proyecto. Nos detalló que Buzón Rojo es una empresa privada que pretende competir con Correos a precios más bajos y diversificando los productos. A través del networking, Buzón Rojo pretendía ofrecer los más diversos servicios (mensajería, venta de comestibles, seguros, viajes o asesoramiento legal, entre otros) creando una red de oficinas que alcanzaría las 10.000 en todas España, con la cantidad de empleos que eso supondría para el país. Por supuesto, dijo, tal proyecto no se realizaría de la noche a la mañana, de modo que por ahora cubriría Cáceres, Badajoz, Madrid, Toledo y Ciudad Real, y partir de ahí se iría expandiendo. Nos explicó que todos nosotros aspirabamos a 
95 puestos de administrativo en las 82 oficinas que se abrirían en la provincia de Ciudad Real. En la sala estábamos presentes alrededor de 50 jóvenes, pero Pepe Márquez tenía pensado realizar muchas más sesiones de selección esa misma semana. En total, alrededor de 250 personas aspiraríamos a 95 puestos.

El plan sonaba demasiado bien para ser cierto pero esperamos con paciencia a que Pepe Márquez finalizase su perorata. Rozábamos ya las dos horas de sermón cuando este señor se dispuso a darnos más detalles, aparte del cutre powerpoint que nos mostró y en el que los trajes y las oficinas aparecían diseñados por ordenador tal y como mi prima pequeña las podría haberlos creado. El caso es que llegó el momento importante, cómo aspirar al puesto. A lo largo de sus dos horas de plática, Pepe Márquez aseguraba que nada era gratis. Eso me puso sobre aviso, pero jamás imaginé lo que este hombre nos propuso. Su plan era que para aspirar a los 95 puestos de trabajo, era necesario completar antes un curso de formación por el módico precio de 400 euros. Todos nos quedamos flipando. Llegamos buscando un sueldo y nos encontramos con que para trabajar debíamos pagar antes.


Lo peor de todo era la nula confianza que Pepe Márquez proyectaba. Buzón Rojo, empresa en la que según él había trabajado “bajo un caparazón” durante dos años, aún no existía de manera física. Ni siquiera una oficina estaba abierta, ni tampoco nos aclaró cuando se inaugurarían. Él hablaba de “encender la bombilla” al mismo tiempo en las provincias que antes mencioné, pero ni mucho menos abriendo todas las oficinas a la vez. Así, de los 95 puestos de administrativo en Ciudad Real, este señor aseguraba que en 2013 el 20 o 30% estaría abierto, y el resto posteriormente. De modo que nos proponía pagar 400 euros para un curso de formación sin saber cuando íbamos a trabajar en una empresa que aún no existe. A la pregunta de una compañera sobre si él podía asegurar que los que hiciesen el curso tendrían trabajo, el dicharachero Pepe Márquez respondió que él no podía asegurar nada ya que mañana mismo “podría morirse”. No quise escuchar más. Me levanté y me fui.

Ya en mi casa, frustrado, recopilé información sobre Buzón Rojo en internet. Antes de la entrevista, eché un ojo a la red y no encontré nada. En esta ocasión busqué más a fondo y me topé con este post, titulado Aprovecharse de las ganas de trabajar y de la necesidad, en el que se habla del engaño de Buzón Rojo. Pero nada más. Pepe Márquez argumentaba que no estaban en internet porque no querían que su empresa fuese copiada. Pero Pepe Márquez no tiene empresa. Como mucho tiene una idea. Y con el dinero de las 100 personas que pretendía que hiciesen el curso para los 95 supuestos puestos de administrativo, iba a sacar 40.000 euros, sin tener absolutamente ningún compromiso con esa gente. Eso sin contar que en Cáceres y en Bádajoz, según él, los cursos ya estaban en marcha. Desde luego, todo esto roza la ilegalidad, y o Buzón Rojo empieza a aparecer por arte de magia por todos lados en una semanas, o Pepe Márquez cumple todos los requisitos para ser calificado como un criminal, con el agravante de que se intenta aprovechar de la desesperación de gente que se levanta cada mañana buscando, como sea, un empleo.

lunes, 18 de febrero de 2013

El suicidio, en La 2

La televisión pública hizo ayer algo que no suele hacer. Trató un tema tabú y lo hizo con calidad. No fue en el el prime time de la 1, sino a las 23:00 horas en la 2, pero me vale. En la actual parrilla televisiva es difícil encontrar un reportaje tan completo como el que realizó ayer el equipo de TVE sobre la situación del suicidio en España.

Es verdad que se echan de menos algunos elementos, como puntos de vista alternativos al de los servicios médicos o más atención sobre la cifra de suicidios en las personas mayores. Sin embargo, se tocaron temas como el de la poco comprobable veracidad de las estadísticas sobre suicidios o la necesidad de la creación de planes de prevención que pongan de relieve este problema en la sociedad española, de los que apenas se tiene conocimiento en la sociedad.

Dejo aquí el reportaje íntegro y algunas citas del mismo que considero relevantes sobre el tema. El próximo mes de abril, el Instituto Nacional de Estadística ofrecerá los datos (irreales o no, son los más fiables) de suicidios que tuvieron lugar en 2011 en nuestro país. En 2010 este dato alcanzó las 3.500 muertes. Si el incremento es tan acusado como se espera, España no podrá seguir mirando para otro lado ante un problema de salud pública tan grave.


"Creo que no hay nada menos libre que el suicidio, porque aquel que lo lleva a cabo sólo contempla esa salida en su cabeza".
"La desesperación es el denominador común histórico del suicidio".

"Las estadísticas omiten suicidios, pero los medios de comunicación los han eliminado del todo. Y son precisamente ellos los que pueden dar visibilidad al problema. Pero el temor al efecto imitación les ha llevado hasta a no informar de suicidios en metros y trenes".

"El suicidio está considerado tabú porque arrastra consigo un pasado oscuro sobre el que ha influido la religión, las leyes y las creencias sociales".

"Se tiene que hablar del suicidio como en su día se habló del SIDA o de las enfermedades cardiovasculares, porque se estaban convirtiendo en un problema de salud pública"

"Si conociésemos la realidad del suicidio, no tendríamos esta actitud moralizante, enjuiciadora y perseguidora del suicidio, y sería más fácil que el que lo siente lo comente, y que el que lo escucha lo recoja como tal. Poder hablar del suicidio es el principio de la solución".

"El desencadenante vital del suicidio es el afectivo. La ruptura, la pérdida, la distorsión de las relaciones amorosas es lo que lleva al suicidio. Otra cosa es que indirectamente la crisis distorsione la célula familiar y lleve al sujeto a una soledad y a un sufrimiento".

"Crear una asociación de supervivientes por suicidio daría sentido a la muerte de nuestro hijo"

miércoles, 6 de febrero de 2013

Suicidios, Francia, Finlandia y Ana Rosa Quintana

Hace unas semanas algunos medios de comunicación como TVE o ABC se hicieron eco de una información sobre los datos de suicidio en Francia según la cual el país galo habría superado las 12.000 muertes anuales por esta causa. Se trata de cifras muy preocupantes, sobre todo si las comparamos con las tasas que muestran los países de sur de Europa. Grecia o España, naciones en las que sucesos de este tipo comienzan a preocupar a la sociedad, presentan cifras muy inferiores. Así, mientras que en Francia se suicidan 18 personas por cada 100.000 habitantes, en Grecia o España ese ratio disminuye de forma considerable hasta 8 y 6 muertes por cada 100.000 habitantes, respectivamente, según los últimos datos de cada país (2011 y 2010, respectivamente).



El estudio, realizado por Christophe Dejours, refleja que en Francia mueren cada año alrededor de 4.000 personas en accidentes de tráfico, tres veces menos que por suicidio. En España 1.700 personas murieron en la carretera en 2010 y alrededor de 3.000 se suicidaron. Son datos más que suficientes como para empezar a otorgar a los suicidios la importancia que merecen, por encima de los accidentes de tráfico, cuya atención mediática es infinitamente mayor. 

Pero volvamos a la comparativa. La diferencia económica entre el norte y el sur de Europa es muy grande, sin embargo la riqueza en nuestro continente parece estar ligada a las altas tasas de suicidio. Francia es el ejemplo que acabo de exponer, pero Finlandia puede ser otro caso válido. Ana Rosa Quintana, en su tuiter, habló hace unos días sobre la elevada tasa de suicidios en Finlandia, con la intención de restar méritos a la enorme calidad de la educación finlandesa, de la que Jordi Évole se hacía eco en su último y recomendable programa de Salvados.
Es cierto que Finlandia posee cifras muy altas de suicidios, puesto que en 2003 llegaron a rondar las 20 muertes por cada 100.000 habitantes. Aunque esta cifra se está reduciendo y en 2007 se hablaba ya de una tasa de 18, idéntica a la francesa, encontramos aún datos muy preocupantes que hacen ver que el buen nivel económico de un país no puede ser determinante para hablar de disminución en las tasas de suicidio, ya que los países del sur de Europa, económicamente inferiores, ni por asomo se acercan a las altísimas tasas de sus vecinos ricos del norte. Esto desmontaría la teoría de que el aumento de suicidios se podría deber única y exclusivamente a la crisis económica, tan defendida por algunos sectores, sobre todo de la izquierda.

En cualquier caso Ana Rosa Quintana aludió al frío y a las tapas, además de a los suicidios, para argumentar que la educación en España no tiene muchas cosas que envidiar a la finlandesa 
(posteriormente la periodista dijo haber usado la ironía). Por supuesto se trata de un argumento absurdo e irrisorio enlazar la temperatura o la comida con el nivel educativo, sin embargo los suicidios en estos países sí que podrían estar relacionados con una educación que no favorece una cohesión social que sí se da en España. Y es que a mi parecer, una fluida vida social actúa como una fuerte barrera ante el suicidio independientemente de la situación económica. Y en cuanto a vida social, España es campeona mundial. El problema es que vida social activa y nivel educativo alto parecen estar reñidos. Ahí tenemos a Finlandia, líder económico con alta tasa de suicidios, y aquí estamos nosotros, con un ratio de suicidios bajo pero con una crisis que parece habernos cogido cariño.

miércoles, 23 de enero de 2013

Una vida junto a Pérez-Reverte

El primero fue Limpieza de sangre (1997). Mi padre suele leer en el baño y he crecido viendo un par de libros en la banqueta (¿se sigue diciendo banqueta?) que hay en mi casa junto al váter. Esos libros cambiaban cada tres o cuatro meses, tiempo en el que mi padre los devoraba mientras hacía aguas mayores, para ser sustituidos después por otros dos. No fue demasiado romántico, pero así empezó mi relación con Arturo Pérez-Reverte. Cagando. 

Tendría yo unos doce años cuando la llamada de la naturaleza me invitó a sentarme en el frío trono marca Roca (en invierno, mi casa de techos altos es imposible de calentar) y decidí echar un vistazo a uno de los libros mientras procedía a evacuar. Fue entonces cuando me topé por vez primera con el tal Arturo. Leí por leer un par de páginas y cuando finalicé mis funciones en el baño decidí llevarme el libro conmigo para ver hasta donde llegaba aquello. Por aquel entonces yo sólo leía Marca y As, nada de literatura. Pero Limpieza de sangre me encandiló. Era (y es) el segundo libro de la saga del Capitán Alatriste, y aún sin haber leído el primero, Íñigo de Balboa, Diego Alatriste y Francisco de Quevedo me cautivaron.



Por supuesto, cuando finalicé Limpieza de sangre corrí a leer el primer libro de la saga, que mi padre guarda con pulcritud en su despacho junto a muchos otros, y posteriormente continué con El sol de Breda (1998). Hoy estoy terminando El puente de los Asesinos (2012), último libro de la saga. El séptimo ya. 

Pero por suerte no me quedé en el binomio Pérez-Reverte/Alastriste. Una vez despachado El oro del rey (2000) dejé descansar la saga del Capitán por un tiempo y decidí comprobar si el fulano cuya manera de escribir tanto me absorbía le echaba también bemoles con otros libros. Volví al despacho de mi padre y cogí los dos tomos más finos. No quería expandirme mucho en mi juicio de valor sobre Pérez-Reverte y a decir verdad contaba con el prejuicio de que ese hombre sería un escritor de un solo personaje. Craso error. Me quedé boquiabierto con La sombra del águila (1993) y con Cabo Trafalgar (2004). Leí el primero en una tarde y el segundo en tres días. Lloré con los arrestos y el arrojo del capitán García en el primero. Me emocioné con el honor y el pundonor resignado de Carlos de la Rocha. Comencé a comprender cómo había sido España, grande y miserable a la vez, gracias a todos ellos. Por supuesto, el Capitán Alatriste ya me había enseñado que los españoles éramos excelentes siervos para deplorables señores. Pero la crudeza de estas dos pequeñas obras de artes me hizo apasionarme por la historia más que cualquier profesor.


De modo que decidí seguir. Con Coy, en La carta esférica (2000), Pérez Reverte me enseñó lo que es la mar, nociones básicas de pelea y grandes lecciones sobre la crueldad del hombre. La tabla de Flandes (1990) y La piel del tambor (1995) me cautivaron y me hicieron amar al ajedrez y a Sevilla respectivamente. Pero fue con La reina del sur (2002) con el libro con el que alcancé el orgasmo literario. A esas alturas había leído ya a muchos otros autores y sinceramente nunca me atrajeron los libros en los que una mujer era la protagonista. Con Teresa Mendoza cambié completamente de opinión. Pérez-Reverte plasmó lo valiosa que puede llegar a ser una mujer y me incitó a buscar una dama con arrojo, dulzura, mala leche, inteligencia y empatía. Por suerte, creo que la tengo.

Por supuesto, no todo lo que ha escrito este señor me ha flipado, no se vayan a creer. Tanto El maestro de esgrima (1988) como El pintor de batallas (2006) me decepcionaron, quizá por mis altas perspectivas una vez leídas las obras de arte que antes mencioné. Entiendo que ambos libros ayudasen en don Arturo a expresar cosas que llevaba tiempo queriendo soltar, y respeto que se decidiera a hacerlo. Puede que para él estos sean dos de los libros más satisfactorios a título personal. Pero yo leo para calmar mi alma, no para ver cómo se la calman otros.

Por suerte, Daoiz y Velarde entraron a navaja en mí con Un día de cólera (2007), y la cosa continuó más recientemente con El asedio (2010) gracias a un buen tipo como Pepe Lobo, bien acompañado por el inolvidable Ricardo Maraña, un hombre que resume todas las cualidades revertianas y que quizá sea mi personaje favorito de todos los que aquí menciono.


Comprobarán que nunca leí por orden cronológico, sino por el orden que me salía del forro cada vez que entraba al despacho de mi padre. De hecho, aún me queda por leer El húsar (1986) y El club Dumas (1993). Y por supuesto, el recién publicado El tango de la Guardia Vieja (2012), obsequio de mi Teresa Mendoza particular. 

A lo largo de mi vida he leído otros muchos autores y otros tantos libros. Muchos me han fascinado incluso más que cualquiera de los que he mencionado aquí. Pero Pérez Reverte ilustra una vida. Sus libros reflejan lo que soy, lo que quiero ser y lo que jamás llegaré a ser. Son páginas con sueños rotos, esperanzas frustradas, momentos mágicos y espíritu de lucha. Con ellos he buscado y encontrado a la gente que me ha rodeado durante toda mi vida. Y me voy a la cama satisfecho sabiendo que he conocido a mi Ricardo Maraña particular, mi Teresa Mendoza perfecta o mi capitán García ideal. Todo ello aliñado con valores como la lealtad, la resignación, o el empeño. Y sobre todo, con mucho apretar de dientes.

martes, 8 de enero de 2013

Información que desinforma

Los términos “periodismo” y “serio” no siempre van unidos. De hecho, en la España de pandereta en la que vivimos, y acogiéndonos a la corriente de crítica revertiana, el periodismo rara veces es serio. Eso por no hablar del periodismo mal llamado deportivo (como afirma Karina Kvasniova en Jot Down, debería calificarse "periodismo futbolístico"), en el que la seriedad, simplemente, no existe. 

El mejor ejemplo de esta falta total de rigor reinante en una de las profesiones más valiosas que existen es el de la malinterpretación estadística. Me lo enseñó Eduardo Bericat, uno de mis profesores en el máster de Comunicación Institucional y Política que tuve la oportunidad de cursar en la Facultad de Comunicación de Sevilla. Se trataba de un señor excéntrico, conocedor de la materia pero incapaz de transmitirla con claridad a los alumnos. No obstante, una de las mejores enseñanzas que me aportó fue la de que los periodistas de hoy en día son incapaces de analizar los datos procedentes un estudio.

Y es verdad. De hecho, ni yo ni probablemente la inmensa mayoría de mis compañeros de clase sabíamos hacerlo correctamente. Y resulta que esta simple enseñanza fue determinante de cara al Trabajo Fin de Máster sobre la Comunicación del Suicidio que realicé hace unos meses. Y explico porqué. 

Cuando un estudio ofrece datos por comunidades autónomas sobre un fenómeno, el que sea, el periodista, al divulgarlo, tiende a destacar qué comunidades se sitúan a la cabeza en el ránking de dicho estudio. Así, si se habla de número de ordenadores por estudiante, de cifras de parados o de enfermos de SIDA, se suele enunciar qué comunidades cuentan con mayor número de ordenadores, parados o enfermos de SIDA. Pero esto, que tan simple resulta, conlleva un error determinante, y lo explicaré aludiendo a mi trabajo sobre el suicidio. Cataluña y Andalucía son las comunidades autónomas que cuentan con mayor número de suicidios en España (685 y 418 respectivamente). Perfecto, eso es un hecho, pero no debería ser la noticia. Andalucía y Cataluña son las provincias más pobladas de España, y por lo tanto, es normal que se sitúen a la cabeza, no sólo en suicidios, sino también en número de universitarios, pensionistas, mascotas domésticas o en lo que se quiera.


Lo que el periodista debe hacer es adecuar las cifras a la densidad de población de cada comunidad autónoma para conocer así con exactitud qué zonas encabezan determinados fenómenos. Siguiendo este sencillo método, en mi caso, pude comprobar que Asturias y Galicia son las comunidades autónomas con mayor número de suicidios en relación al número de habitantes. Y es que importa poco el número total de suicidios en una zona si no se contrasta con la cifra total de población de dicho espacio geográfico.

Sin embargo, en el periodismo de hoy en día en el que la noticia rápida prima por encima de la información veraz, este tipo de ejercicios apenas se tienen en cuenta. Sin ir más lejos, en la radio escuché hace unos días como la locutora destacaba que Andalucía y Cataluña son las comunidades con mayor número de presos de España. Sin más. Es información, sí. Pero información que desinforma.