viernes, 21 de junio de 2013

Pelé callado es un poeta

Hablaba hace una semana en este mismo blog sobre las reacciones de los tiranos ante las manifestaciones. Erdogan mimetizó en Turquía la respuesta de Gadafi, Mubarak, Al -Assad y Ben Ali insultando a los ciudadanos que se echaron a la calle y despreciando las protestas. Pues bien, Dilma Rousseff ha hecho justo lo contrario, afirmando estar orgullosa con el comportamiento de su pueblo.

De cara a la galería, es lo que pedíamos. El máximo dirigente de un país que protesta no puede reaccionar con agresividad y arrogancia ante las manifestaciones, puesto que lo único que consigue es que la ira y la frustración vayan a más. Rousseff ha aprendido la lección y mostró no sólo su respeto hacia las protestas sino también su admiración.


Sin embargo, el discurso de Rousseff no ha servido para acabar con las protestas. Eso sí, ha ayudado a no encenderlas, lo que ya es un avance respecto a otros países. Así, el motivo de las manifestaciones, la subida de 20 céntimos en el transporte público, fue atajado con relativa presteza y varias ciudades comenzaron a anular la subida en las tasas. El problema es que Brasil sale a la calle por esos 20 céntimos pero no sale a la calle sólo por esos 20 céntimos. Al igual que en Turquía, el parque de Estambul es la razón y a la vez no es la única razón de los levantamientos. Lo que se está comprobando es que los líderes políticos llevan tiempo poniendo a prueba la paciencia de los ciudadanos, de tal forma que 20 céntimos o un parque se convierten en la gota que colma el vaso. Y si esa gota viene acompañada de desprecio e incomprensión, el agua que cae sobre la mesa empieza a gotear también en el suelo.

Ante este panorama, aparece el fútbol. Hoy empieza el Mundial sub-20 en Turquía, en medio de un berenjenal importante. Mientras tanto, en Brasil las protestas no amainan mientras se disputa una Copa Confederación sobre la que recae la atención de medio mundo. Esto pone nerviosos a los gobernantes. Erdogan no quiere permitir que el Mundial sub-20 ponga en duda la estabilidad en su país, al igual que Rousseff, a pesar de su bonitas palabras, tampoco dejará que los manifestantes vociferen cerca de los estadios. Ayer, antes del Nigeria-Uruguay, ya se produjeron altercados importantes. Además, según El País, Brasil ha empezado a controlar las redes sociales para evitar que se convoquen grandes manifestaciones a través de ellas. De modo que en la práctica, Rousseff comienza también a acercarse peligrosamente a aquellos dictadores que tanto hemos criticado.


En mitad de esta combinación de indignación en las protestas y alegría en los estadios, no estaría mal que algún jugador de España, Italia o Uruguay se solidarizase con las protestas, como bien hizo Neymar hace unos días. Rivaldo y Romario, viejas glorias, también han mostrado su apoyo al pueblo. Pelé en cambio ha pedido que se respete al fútbol. El propio Romario, que nunca tuvo pelos en la lengua, le ha pedido que cierre la boca, porque cuando calla es un poeta. Y yo estoy seguro de que Pelé no sabe por lo que pasa su pueblo.

miércoles, 12 de junio de 2013

No sabes nada, Erdogan

Quiero que lean atentamente las siguientes declaraciones. Todas ellas fueron realizadas en Túnez, Egipto, Libia y Siria justo en el momento en el que estallaron las protestas en las calles en cada uno de esos países. Así reaccionaron sus líderes políticos ante las movilizaciones ciudadanas: 

-Zine El Abidine Ben Ali, ex presidente de Túnez:
“Son actos terroristas imperdonables llevados a cabo por bandas de jóvenes gamberros enmascarados".
"Estos incidentes son obra de grupos extranjeros que no pretenden nada bueno para nuestro país".
-Hosni Mubarak, ex presidente de Egipto:
“Nos estamos enfrentando a un problema y tenemos un objetivo que el terrorismo no quiere que cumplamos”.
“No podemos permitir que se realicen robos, saqueos e incendios y no cambiaré de opinión en ese sentido”.
-Muamar el Gadafi, ex presidente de Libia:
“Los manifestantes son delincuentes manipulados por fuerzas externas, incluida la red terrorista Al Qaeda".
“Entre quienes se manifiestan hay personas malas que distribuyen dinero y drogas a los jóvenes. ¿Conocéis a alguien decente que participe en esto? No los hay, es gente que se droga y se emborracha".
“Las cadenas extranjeras trabajan para el diablo”.
 
-Bashar al-Assad, presidente de Siria:
"El Ejército sirio está librando batallas frente a grupos armados y continuará hasta la eliminación de los terroristas”.
“La oposición está compuesta por terroristas internacionales sostenidos por las potencias occidentales”.
Si se fijan, observaran que el modo de comunicación que se lleva a cabo en cada una de estas intervenciones es parecido. Los manifestantes son terroristas que representan al mal y están apoyados desde el exterior por potencias occidentales que pretenden desestabilizar a la nación. Ese es el mensaje, común en todos y cada uno de estos mandatarios.

Pero no este no es el único elemento similar entre todos ellos. Estos discursos tuvieron lugar cuando la revolución comenzaba y lo único que se consiguió con ellos fue aumentar la ira de los manifestantes. Es decir, en los cuatro casos se demostró que este tipo de comunicación política perjudicó a los intereses del gobierno.


Dicho esto, observen ahora estas otras declaraciones, todas ellas procedentes del mismo personaje.

-Recep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía:
“No haremos lo que hacen los saqueadores. Ellos queman y destruyen propiedades públicas. Saqueadores es la definición exacta”.
“No podemos abandonar las plazas a los anarquistas y terroristas”.
“La paciencia con los manifestantes está llegando a su límite”.
"La prensa internacional, sistemáticamente desinformada, ha llevado a cabo un ataque contra Turquía".
"Esa cosa que llaman redes sociales no es más que una fuente de problemas para la sociedad actual".
Claramente, Erdogan sigue la misma tónica de los discursos anteriores. Insulta y critica a los manifestantes calificándolos de terroristas y se queja de amenazas exteriores que pretenden desestabilizar el país. Exactamente lo mismo que Ben Ali, Mubarak, Gadafi y al-Assad afirmaron en su momento. Y todos sabemos como acabaron. Además, Erdogan critica a las redes sociales, algo que también sucedió, sobre todo, en Túnez y Egipto. De hecho, Mubarak cortó el acceso a internet en todo el país. Demasiadas similitudes, ¿no creen?

Erdogan debería ser más inteligente y aprender del pasado. Para eso sirve la historia, para revisar errores. Si quiere mantenerse en el poder y que las protestas no vayan a más tiene que ofrecer gestos positivos a los manifestantes. Desairar y despreciar las protestas sólo lleva a que la ira crezca entre las personas que se movilizan, de modo que ya va siendo hora de que los gobernantes aprendan cómo comportarse ante este tipo de acciones para que la situación no les sobrepase.

Quizá los asesores políticos de muchos países deban revisar sus sistemas de actuación. Y probablemente también aquí, en España, se debería dejar de calificar como terrorista y ETA a todo aquel que disiente o altere el rumbo natural de las cosas. Porque cada vez que María Dolores de Cospedal o Jorge Fernández imitan la actuación de Gadafi o Ben Ali ante las protestas, la gota que colma el vaso está más cerca. Erdogan nunca habría pensado verse en esta situación. Rajoy, puede que tampoco. Esperemos que su manual de comunicación de crisis no resulte obsoleto en caso de que se produzca..