domingo, 26 de febrero de 2012

La cuchilla de afeitar de Jordi Évole

Cuando enciendes la televisión y ves a un hombre joven, bajito y con gafas entrevistándose con algunos de los hombres más poderosos e influyentes del país, lo primero que te viene a la mente es que hay algo que no cuadra. Choca comprobar cómo un tipejo que se inició a las órdenes de Buenafuente ha llegado a dirigir el mejor programa de televisión de España. Aunque con lo que hay actualmente en las pantallas, tampoco es muy difícil.

Jordi Évole ha creado un espacio que casi siempre consigue ampliar el conocimiento general de la audiencia. Pocas veces he visto Salvados y no he aprendido nada. Los contenidos del programa son excelsos, el guión resulta sublime y todo ello se entrega al espectador perfectamente empaquetado a través de un formato innovador, sencillo y atractivo.





Su informal manera de vestir, su tímida actitud, sus preguntas aparentemente inocentes y sus gestos nerviosos completan una imagen que pretende corresponderse con la de cualquier ciudadano de a pie. Las conversaciones de Évole con las grandes personalidades a las que entrevista son las que tendría cualquier persona decente que no entiende muy bien por qué las cosas son como son en el mundo en el que vive. El director de Salvados cuestiona en voz alta aspectos que muchos no entendemos y por los que probablemente no nos preocupamos hasta que él nos lo pone sobre la mesa.

Pero lo más interesante de todo es que Jordi Évole da siempre la oportunidad al entrevistado de explicarse. Por muy atacado que sea por la sociedad, el sujeto sobre el que centra su atención el programa es respetado por el entrevistador y nunca se manipulan sus palabras. La maestría de Évole está en que siempre encuentra el modo de conseguir declaraciones llamativas de forma sucinta. Y todo ello rebozado con un humor simpático y sutil.





Además, los políticos cambian completamente su actitud cuando se enfrentan a Jordi Évole. Duran i Lleida, Rajoy, Eguiguren o Basagoiti olvidan los manidos discursos a los que nos tienen acostumbrados para adoptar una postura conciliadora ante las cámaras de Salvados, lo que no implica que esquiven preguntas ni mucho menos. Jordi Évole aprovecha esa proximidad que les ofrece para cortar con su cuchilla de afeitar y buscar el quid de la cuestión. Así, por ejemplo, en el programa que se emitió ayer y que como cada domingo abordó un tema interesante y de ardiente actualidad, resultaron especialmente clarividentes las palabras de José María Menaex fiscal jefe de Cataluña.

"Mi satisfacción llega cuando me miro al espejo por la mañana y compruebo que no soy un hijo de puta. Otros no pueden decir lo mismo. (...) En el mundo de la justicia, como en cualquier otro, hay buenos y malos, lo que pasa es todos creemos que los malos son los otros".

En un mundo en el que muchos supuestos profesionales de la comunicación sacan continuamente el hacha a pasear es de agradecer la labor de periodistas como Évole, que con una pequeña cuchilla de afeitar son capaces de sacar el jugo adecuado. En esta entrevista en Jot Down deja clara su filosofía.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Garzón y Contador

A miles de españoles les ha fastidiado (por decirlo suavemente) la sanción a Contador. Olvidan que el ciclista español, a pesar de nacer en Pinto y de constituir un motivo de orgullo nacional, dio positivo en un control antidopaje. La cantidad de clembuterol encontrada en su sangre es una nimiedad, pero ¿también era tan baja el día de antes? ¿Y dos días antes? Nadie lo sabe, quizá tuvo mala suerte y le pillaron. Quizá no se dopó y se comió un filete infectado, cosa harto improbable.

En cualquier caso, una persona que no ha superado un control antidopaje debe ser sancionada. Está claro que el procedimiento no ha sido el adecuado y probablemente el castigo es excesivo, pero no hubiese sido justo que Contador saliese indemne. Por mucho que nos duela, esa es la realidad.


Al igual que forma parte de la cruda realidad que el juez Garzón debía ser castigado. A muchos (entre los que yo me incluyo), Baltasar Garzón les parece una persona valiente profesionalmente, tenaz, inteligente y constante. Ha luchado contra los males de este país durante muchos años y parece obvio que merece el reconocimiento de la sociedad española. Pero no debemos confundir el término “reconocimiento” con el de “permisividad”.

Parece claro que Garzón pasó olímpicamente de la Ley de Amnistía de 1978, texto que continúa en vigor y que como tal debe ser respetado. El juez se consideró competente a la hora de investigar y juzgar temas cuya deliberación jurídica no está permitida. Por supuesto, estoy en contra de esta ley y obviamente repudio con todas mis fuerzas tanto la dictadura de Franco como todas las muertes que se produjeron antes y durante su régimen autoritario.


Pero la buena intención de Garzón es para mí comparable a la simpatía y confianza que nos inspira Contador. Está claro que son valores que debemos defender y alabar, pero estas cualidades positivas no implican que las actuaciones de ambos sujetos sean siempre correctas.

Puede que Contador no se dopara y puede que Garzón quisiera devolver la esperanza a miles de familias despojadas de dignidad. Pero también puede ser que Contador hiciese trampa y que Garzón lo único que buscase fuese popularidad a costa de la ley. Lo que sí se ha demostrado es que ambos se saltaron las normas, por lo que es justo que sean castigados. A pesar de que mucha gente es feliz creyendo que las cosas son como debería ser y no como en realidad son, en ocasiones evadirse no es una posibilidad.