martes, 6 de noviembre de 2012

Pérez Reverte, un tipo en extinción

Puede que a algunos les resulte difícil elegir, pero a mí me resulta sencillísimo. Prefiero que Arturo Pérez Reverte me muestre su forma de ser desde el primer momento (me guste o no me guste) a verme obligado a contemplar su verdadero yo cuando menos preparado esté para asimilarlo.

Y es que a nadie le debe sorprender que este caballero hable con franqueza cada domingo desde su columna en el XL Semanal y desde sus más de cuatro horas domingueras con las que nos deleita en twitter. Sobre todo con esto último. Pérez Reverte alegra la tarde a unos y se la agua a otros con sus tuits siempre sinceros (y si no, que se lo digan a Anasagasti). Puede que en ocasiones se pase de la raya y puede que en otras se cague directamente en dicha raya, pero lo que nunca hace Pérez Reverte es sobreactuar, eso que tanto le gusta hacer a políticos como Soraya Rodríguez, Esteban González Pons, Eduardo Zaplana o Pepiño Blanco (entre miles y miles más).



Entre balazos de la izquierda y la derecha. Entre gritos de rojo y fascista. En medio de esa batalla Pérez Reverte camina despacio mirando con desprecio a unos y a otros. Parándose sólo a hablar con aquellos que se desorientan entre tanta pantomima, en absoluto incitándoles a seguirle, sino invitándoles a pensar. Cada domingo los tuits de este sesentón nos recuerdan que sigue habiendo un espacio que no está dominado por ningún elemento del poder político económico. Puede de hecho que dicho poder se aproveche del discurso de Pérez Reverte para ejemplificar su total imparcialidad y alejamiento del trabajo de los medios. Puede que las ovejas negras como este señor sirvan para que el resto del rebaño piense que son libres aunque no lo sean. Y es que tampoco hay mal que por bien no venga.

Para los que hemos leído todos los libros y todos los artículos semanales de este cartaginés desde hace años, a veces nos resulta complicado juzgar sus actos. Es difícil evaluar qué ha hecho mal un hombre con el que te muestras de acuerdo a rabiar cada vez que lo lees. Su cabreada ironía refleja a la perfección lo que muchos vemos y no sabemos conformar con palabras. Su idea de España como una amante puta a la que tanto hemos querido y que tantas veces nos ha cagado en la cara que nos hace buscar en otras (Francia o Inglaterra son atractivas) lo que en ella no encontramos. Y aunque queramos soltarnos seguimos atados a España, tan sujetos por ella como sujetos a ella. Estas ideas conmueven y emocionan a aquellos que durante mucho tiempo llevamos sintiendo lo mismo sin darnos cuenta hasta que viene este señor y te lo escribe.



Juan Gómez Jurado explicaba a la perfección en una entrevista en Jot Down lo que es Pérez Reverte: 

Arturo es un genio. Es una de las principales plumas de este país, un grandísimo escritor, un gran periodista y una persona que ha construido un personaje que a mí me parece honesto. Es decir, un personaje en el que él mismo se ha acabado convirtiendo porque, como decía Oscar Wilde, “cuando llevas mucho tiempo puesta una máscara, la máscara acaba convirtiéndose en la cara”. Arturo no ha cambiado de forma de pensar desde que es Arturo. Entonces, entiendo que eso es una forma honesta de trolear. No lo hace por llamar la atención, sino porque él es así.
El gran Joaquín Sabina era más breve pero quizá más claro e incisivo al hablar sobre él en la misma revista:
Un gran tipo. No lo conozco personalmente. Me gustan sus Alatristes y también sus exabruptos y esas opiniones suyas dirigidas a mandar a tomar por el culo a casi todo el mundo.
Si en el mundo existiera más gente como este señor quizá no seríamos más felices, ni más solidarios, ni siquiera más eficientes. Pero estoy seguro de que nos convertiríamos en seres valientes, honestos y cultos, tres cualidades que bastarían para arreglar muchos elementos de esta ajironado mundo.

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