miércoles, 21 de noviembre de 2012

Cuando rendirse no es una opción

La culpa fue de las matemáticas. Aún hoy lo sigo pensando. A veces por mi cabeza da vueltas la idea de que si hubiese tenido mejores profesores en esta asignatura, es posible, probablemente… ¿habría tomado otro camino

Obviamente también me atraían las letras. Y a pesar del sentimiento de oveja negra en una familia de ciencias, decidir matricularme en el bachiller de Sociales. Sufrí hasta la saciedad de nuevo con las dichosas matemáticas aplicadas, otra vez con un profesor que dejaba mucho que desear… De modo que decidí huir de los números a la hora de decidir a qué campo quería dedicar el resto de mi vida. Elegí el Periodismo.

“Buenas tardes, bienvenidos a la clase de Teoría de la Comunicación. Lo primero que quiero decirles es que se han equivocado de carrera…” Así me recibieron en la primera clase de mi primer día en la Facultad de Comunicación. Lejos de amedrentarme, persistí. Aprobé sin problemas y desde segundo de carrera no conocí la expresión “verano libre”. Trabajé cobrando una miseria e incluso trabajé gratis, siempre como becario o en prácticas.




Descubrir lo que era El País fue una de las cosas que me animaron a no desistir. Llegué a la facultad sin leer un periódico y salí de ella devorando cada día tanto El Mundo como El País. Pero para qué vamos a engañarnos, a mí me atraía mucho más El País. Los que nos definimos como “ni de derechas ni de izquierdas”, y a los que unos nos llaman fachas y otros rojos, solemos simpatizar con El País. Su historia, sus firmas, su modo de contar los acontecimientos, su aparente transparencia, su supuesto espíritu de compromiso. Es todo aquello que busca un estudiante de Periodismo que no traga a la extrema izquierda pero que jamás votará por el Partido Popular.

Sí, me fascinaba leer El País. De hecho me encantaba leerlo hasta hace un par de semanas. Pablo Ordaz, Enric González, Joaquín Estefanía, Soledad Gallego, Maruja Torres, José Yoldi, Santiago Carcar, Jesús Ceberio, Javier Marías, Mario Vargas Llosa, Ray Loriga, Rosa Montero, Almudena Grandes, David Torres, Ramón Besa… Formaban un equipo maravilloso. Muchos ya no están. Otros seguirán escribiendo para El País, pero ya no será lo mismo. O todos o ninguno. Además El País no puede seguir predicando una forma de hacer periodismo en la que se ha cagado directamente a través de un ERE demoledor basado en las mismas leyes rajoyanas que tantas veces ha criticado en sus páginas y editoriales.


No he mencionado a Ramón Lobo. Para mí algo más que un periodista. Un señor al que comencé a leer por casualidad en su inigualable blog Aguas Internacionales, al que seguí conociendo en su espacio web más personal, En la Boca del Lobo, y con cuyos artículos me deleitaba en las páginas de El País. Cuando comenzó toda esta tormenta del ERE, acusé por twitter al señor Lobo de no ser voraz en sus críticas contra un medio capaz de despedir a más de un centenar de profesionales. Me equivoqué. Dudé de la honorabilidad de un hombre de principios como él y me cerró la boca atacando a la yugular de los responsables un poco más tarde. Fue despedido junto a otros 128 trabajadores de El País.


Pero en otros espacios de prestigio como Jotdown le han acogido con los brazos abiertos. En esta revista Ramón Lobo escribía hace poco sobre lo sucedido, y no pude evitar emocionarme leyéndole cosas como estas: 

"Sin periodistas no hay Periodismo. Sin Periodismo no hay ciudadanía, ni crítica, ni democracia. Tampoco habrá beneficios. Ganarán los Wert, los poca cosa, los nada".
"Soy un número del ERE que afecta a 129 trabajadores de El País; solo somos parte de una limpieza étnica que ha liquidado a 8.400 periodistas en España desde 2008. Somos otra tribu, los sin trabajo, los sin red junto a casi seis millones de parados".
Y releyéndolo por enésima vez pego un puñetazo en la mesa con una mezcla de indignación y euforia. Yo también soy periodista, como Ramón Lobo. Yo también estoy en el paro, como Ramón Lobo. Y como Ramón Lobo, yo tampoco me voy a rendir. Porque como decía otro hombre de principios como Arturo Pérez Reverte, “ya que van a ganar los malos, al menos intentemos que les sangre la nariz”.

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