viernes, 12 de octubre de 2012

Tiempos de populismo

La RAE no contempla el término populismo en su última edición. Se trata de un hecho refutable que basta para corroborar que tal palabra es una burda invención política que sigue la principal premisa de este mundillo teatral y deshonesto; ganar elecciones. El populismo es un término tan peligroso como eficaz, como así nos intentó demostrar la historia por medio de Hitler o Mussolini. La RAE parece saberlo y decidió ignorar dicho término a pesar de que su misión debería ser la de reflejar lo que persiste en la sociedad, sin consideraciones subjetivas. Y objetivamente es innegable que el populismo es una realidad evidente en el mundo en el que vivimos, de modo que la RAE, muy a mi pesar, debería plantearse la posibilidad de incorporarlo a su futura vigésimo tercera edición, ya que se trata de una palabra de ardiente y desgraciada actualidad. 

Podemos definir populismo en política (posiblemente únicamente exista en política) como el conjunto de acciones encaminadas a conseguir el favor popular a sabiendas de que dichas acciones no son ni las más útiles, ni las más eficaces, ni las más coherentes. Puede incluso que esas propuestas rompan con la filosofía del partido político, sin embargo el hecho de que el resultado de las mismas pueda ser un aumento del número de votos justifica el uso de dichas acciones. Es decir, consiste en hacer lo que sea por conseguir el mayor número de votos posible, tomando decisiones a sabiendas de que están son del gusto de una gran parte de la población. Algunos de los casos más recientes y vergonzosos se están viviendo en Cataluña y en Galicia.



El de Artur Mas es un ejemplo en el que el nacionalismo está muy presente, y es que no existe elemento más útil para llenar de votos del mismo color las urnas que potenciar un sentimiento entre la población, señalar al agresor que impide la realización de la acción que motiva dicho sentimiento y prometer una serie de elementos pseudofactibles que compongan el camino hacia el objetivo marcado. Artur Mas ha llevado este proceso al extremo. Dos años después de ganar las elecciones ha vuelto a convocar unas nuevas para el próximo mes de noviembre con el objetivo de que los votantes no le penalicen por su mala gestión de la crisis, esgrimiendo la afilada espada del nacionalismo para atacar a España, según él la causante de la depresión económica en Cataluña. 

Mas puede conseguir así la mayoría absoluta que actualmente no tiene en una situación de crisis de la que evita asumir la responsabilidad y en la que, con otras circunstancias, perdería las elecciones de manera estrepitosa. Sin embargo, presentando las votaciones como una elección entre el sometimiento a España o la reivindicación de la libertad de Cataluña, el panorama electoral varía considerablemente y podría asegurarse así el gobierno de la Generalitat durante cuatro años más. Pérez Reverte explica a la maravilla este fenómeno domingo a domingo en twitter con su punzante y larriana ironía.


Feijoo realiza un proceso similar al que lleva a cabo Artur Mas, pero divergente al mismo. El presidente de la Xunta cuenta con la mayoría absoluta en la actualidad y aun así ha decidido convocar elecciones adelantadas. Su intención es la de defender su aparentemente buena gestión económica antes de que las cosas se pongan peor para su partido y, por arrastre, para él mismo. Así, si en las próximas elecciones gallegas el PP mantiene la mayoría absoluta, Feijoo se asegurará el gobierno de dicha comunidad autónoma por cuatro años más. En este caso y en el de Artur Mas los gobiernos de cuatro años se ampliarían simplemente por elegir el momento más indicado para consultar a la población quién desee que gobierne.


Así, ese populismo se alía con los peligros de la democracia para conseguir que una formación política se perpetúe en el poder. Chávez lo hizo en Venezuela, Uribe lo intentó en Colombia pero el poder judicial lo evitó, y David Cameron va a llevar a cabo algo parecido en Reino Unido al permitir un referéndum por la independencia de Escocia en la fecha y las circunstancias más adecuadas para que el NO se imponga.

La crisis prosigue su curso, la democracia se resiente y el populismo representa a los cañones que están acabando con ella. Y la solución no es más democracia, sino mejor democracia. Pero eso lo debatiremos en otro momento.

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