martes, 3 de enero de 2012

Cambiar la educación para mejorar la democracia

En la actualidad es habitual defender la necesidad de realizar más consultas populares, o lo que es lo mismo, una ampliación del directismo político. Se reivindica que el conjunto de la población debe opinar de manera asidua sobre los asuntos que atañen al Estado. Sin embargo, antes de plantearnos esa cuestión, sería conveniente preguntarnos si la población en su conjunto tiene capacidad suficiente como para intervenir en el día a día de la agenda política.


La realidad es que dudo mucho que un gran número de ciudadanos pudiese decidir con un criterio razonable sobre política exterior, estrategias energéticas o posibles variaciones de la ley electoral, por ejemplo. No es esta una crítica a la potencial capacidad intelectual de la población, ni mucho menos. Es una crítica al sistema educativo que se nos plantea desde el poder y que viene respaldado en muchos casos por los medios de comunicación.

No me cabe duda de que si a partir de los once años (por ejemplo) se profundizara más en conocer el espectro político que nos rodea, la gente estaría mejor preparada para debatir. Saber lo que es el Senado, el socialismo, el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional debe ser algo elemental para los alumnos que finalizan la educación obligatoria. Es necesario completar los conocimientos técnicos del alumno con un aprendizaje útil, que le sirva para comprender el mundo que le rodea. Un licenciado en Químicas puede ser magnifico en su rama y estar al mismo tiempo completamente manipulado por los medios. El problema es que quizá a los poderosos no les interese que la población maneje otro tipo de información. Por ello, tanto los políticos como los medios obstaculizan ese conocimiento "útil" o "pragmático".


Giovanni Sartori, en su libro Homo Videns, la sociedad teledirigida, explica a la perfección lo que estoy exponiendo. Y como su forma de enunciarlo siempre será mejor que la mía, aquí dejo un extracto de sus interesantes pensamientos.

“Cuando se libraba la batalla de la ampliación del sufragio, a la objeción de que la mayoría no sabía votar y, por tanto, no era capaz de utilizar este instrumento, se respondía que para aprender a votar era necesario votar. Y a la objeción de que este conocimiento, este aprendizaje, no progresaba, se replicaba que los factores de este bloqueo eran la pobreza y el analfabetismo; de lo cual se podía dudar. Por otra parte, nos encontramos ante el hecho de que la reducción de la pobreza y el fuerte incremento de la alfabetización no han mejorado gran cosa la situación.

Se entiende que la educación es importante. Pero también es fácil comprender por qué un crecimiento general del nivel de instrucción no comporta por su mismo un incremento específico de ciudadanos informados sobre cuestiones públicas; lo cual equivale a decir que la educación en general no produce necesariamente efecto arrastre alguno sobre la educación política. Por el contrario, cada vez más, la educación especializa y nos limita a competencias específicas, aunque, en hipótesis, tuviéramos una población formada por licenciados, no está claro que por ello habría un incremento relevante de la parte de población que se interesa y especializa en política.”

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